hoy un día durísimo; muchos pacientes, sin parar, sin poder recuperar energias de turnos de domingo y martes; además pierde el Barça con el Atlético y se acabó Champions por este año) ... decido salir a despejarme con cámara al centro; después de pasar al bar "Nacional" a comer unas empanadas de queso y (beber) una cervecita, me encuentro a este señor cantando a Leonardo Favio en el paseo Huérfanos; lo reproducía más que convincentemente frente a unos pocos escuchantes nostálgicos. .... "eeeeyya, ... eeeya ya me olvidoo-ó, .... yo, ... yo no puedo olvidarla, ..."
Como usted bien sabe, en España, cuando algo es sorprendente, fenomenal o maravilloso se suele adjetivar con una pequeña frase que dice que esto o aquello es “de cine”…y, efectivamente, esta foto está de cine, no sólo en el sentido español, sino también en el sentido estricto de ser una imagen altamente cinematográfica que lleva inscrita un pequeño relato: la soledad del cantante callejero y su laberíntica luz van componiendo una escena en la cual la fluidez del punto de toma y los elementos que en ella se retratan: el camión blanco como referente inevitable de algo que está fuera de lo común, las plantas que cuelgan sutil y surrealistamente, el cantante callejero que, como todo buen artista, se va centrado sobre su actuar bajo el signo de una pose y un gesto que nos lleva a la profundidad del sentimiento cantado y la cortina iluminada como telón de fondo de un escenario en el que se dibuja una cordillera de los Andes infantilizada; todos estos elementos van estructurando un cuadro que se me aparecen como un momento que se cierra sobre la nostalgia de la luz y la soledad del instante, donde la imagen y el contexto retratado se preservan como un tiempo silencioso y decadente. Esta bella imagen bien podría estar en cualquier película de Aki Kaurisnaki, porque en ella emerge la potencia de los sujetos sin pasado: ya no como una esencia melancólica sino como la presencia de la máscara de la historia por venir… Una que irrumpe bajo el prisma de un ojo fotográfico que fabrica la soledad del artista callejero que se cierra sobre sí mismo como una expresión y un gesto que nos condensa a todos.
2 comentarios:
hoy un día durísimo; muchos pacientes, sin parar, sin poder recuperar energias de turnos de domingo y martes; además pierde el Barça con el Atlético y se acabó Champions por este año) ... decido salir a despejarme con cámara al centro; después de pasar al bar "Nacional" a comer unas empanadas de queso y (beber) una cervecita, me encuentro a este señor cantando a Leonardo Favio en el paseo Huérfanos; lo reproducía más que convincentemente frente a unos pocos escuchantes nostálgicos.
.... "eeeeyya, ... eeeya ya me olvidoo-ó, .... yo, ... yo no puedo olvidarla, ..."
Como usted bien sabe, en España, cuando algo es sorprendente, fenomenal o maravilloso se suele adjetivar con una pequeña frase que dice que esto o aquello es “de cine”…y, efectivamente, esta foto está de cine, no sólo en el sentido español, sino también en el sentido estricto de ser una imagen altamente cinematográfica que lleva inscrita un pequeño relato: la soledad del cantante callejero y su laberíntica luz van componiendo una escena en la cual la fluidez del punto de toma y los elementos que en ella se retratan: el camión blanco como referente inevitable de algo que está fuera de lo común, las plantas que cuelgan sutil y surrealistamente, el cantante callejero que, como todo buen artista, se va centrado sobre su actuar bajo el signo de una pose y un gesto que nos lleva a la profundidad del sentimiento cantado y la cortina iluminada como telón de fondo de un escenario en el que se dibuja una cordillera de los Andes infantilizada; todos estos elementos van estructurando un cuadro que se me aparecen como un momento que se cierra sobre la nostalgia de la luz y la soledad del instante, donde la imagen y el contexto retratado se preservan como un tiempo silencioso y decadente. Esta bella imagen bien podría estar en cualquier película de Aki Kaurisnaki, porque en ella emerge la potencia de los sujetos sin pasado: ya no como una esencia melancólica sino como la presencia de la máscara de la historia por venir… Una que irrumpe bajo el prisma de un ojo fotográfico que fabrica la soledad del artista callejero que se cierra sobre sí mismo como una expresión y un gesto que nos condensa a todos.
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