En estos edificios de arquitectura de poder entra y sale gente más o menos civilmente uniformada; por alguna razón no me gustan los porteros que posan impúdicas o serviles miradas según de quién trate el entrante
Lo que me ha ido atrapando de esta vertiente santiaguina de tus fotografías, es esta especie de recorte sobre el espacio que me lleva hacia unos nuevos “modos de ver” un mercado, una plaza, una esquina o simplemente un portal, una re-visita a unos espacios absolutamente incorporado en mi imaginario como memoria y cotidianidad y, por ello, burocratizados dentro de la interioridad de un habitante nacido y criado en esta ciudad. De este modo, el recorte sobre este espacio santiaguino se perfila como una deconstrucción en la cual emerge un Santiago-Otro, un Santiago de los detalles, en los que la mirada fotográfica me conduce a poner el acento sobre unos particularismos en los que se puede aprehender nuevamente aquello que, por lo rutinariamente burocratizado, se ha dejado de apreciar. Así, por ejemplo, lo que me atrae de esta foto es, lo que podría llamar como desburocratización de la mirada y la observación. La dimensionalidad del portal como una graduación de lo grande a lo pequeño en que el número 248 es la entrada a la oscuridad, sin embargo es una oscuridad que ofrece también una salida: la sujeto que va leyendo un documento, tal vez, feliz porque al fin logró el ansiado timbre que certifica la legalidad de su trámite, tal vez molesto, porque no logra comprender qué diablos tiene ese papel que se lo rechazan todo el tiempo… Por otro lado, está el árbol y su sombra. Ambos se confunden en el mismo plano, objetivándose como una conjunción en el que la materia y su doble no se distancian sino que se fusionan como una unidad indiferenciada, donde la noción de verdad es vapuleada y arrinconada hasta ser disuelta por una imagen desburocratizadora que se constituye como un discurso no regularizado ni explícito.
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En estos edificios de arquitectura de poder entra y sale gente más o menos civilmente uniformada; por alguna razón no me gustan los porteros que posan impúdicas o serviles miradas según de quién trate el entrante
Lo que me ha ido atrapando de esta vertiente santiaguina de tus fotografías, es esta especie de recorte sobre el espacio que me lleva hacia unos nuevos “modos de ver” un mercado, una plaza, una esquina o simplemente un portal, una re-visita a unos espacios absolutamente incorporado en mi imaginario como memoria y cotidianidad y, por ello, burocratizados dentro de la interioridad de un habitante nacido y criado en esta ciudad. De este modo, el recorte sobre este espacio santiaguino se perfila como una deconstrucción en la cual emerge un Santiago-Otro, un Santiago de los detalles, en los que la mirada fotográfica me conduce a poner el acento sobre unos particularismos en los que se puede aprehender nuevamente aquello que, por lo rutinariamente burocratizado, se ha dejado de apreciar. Así, por ejemplo, lo que me atrae de esta foto es, lo que podría llamar como desburocratización de la mirada y la observación. La dimensionalidad del portal como una graduación de lo grande a lo pequeño en que el número 248 es la entrada a la oscuridad, sin embargo es una oscuridad que ofrece también una salida: la sujeto que va leyendo un documento, tal vez, feliz porque al fin logró el ansiado timbre que certifica la legalidad de su trámite, tal vez molesto, porque no logra comprender qué diablos tiene ese papel que se lo rechazan todo el tiempo… Por otro lado, está el árbol y su sombra. Ambos se confunden en el mismo plano, objetivándose como una conjunción en el que la materia y su doble no se distancian sino que se fusionan como una unidad indiferenciada, donde la noción de verdad es vapuleada y arrinconada hasta ser disuelta por una imagen desburocratizadora que se constituye como un discurso no regularizado ni explícito.
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